lunes, 28 de septiembre de 2009

Viento y nubosidad, con claro riesgo de precipitación.

A kilómetros de distancia, pero al mismo tiempo, a sólo dos ligeros pasos. No sé dónde estoy. Seguiré el olor a lluvia para encontrar su estela. Correré y esta vez sí puedo.

¿Qué hora es? Parece que en este mundo no hay hora. Cada vez más cerca. La niebla se empieza a impregnar en las 3,9 paredes. Ahora sí debería poder contemplar el diálogo entre el lirismo y la delicadeza. Y lo hago, y no me conformo con ello, necesito más. Y justo en el preciso instante en el que el sentido del tacto me daba las gracias, una descarga electrizante me ha dejado sin visión. He tocado una nube y no era eso lo que esperaba. Ya no está, se ha esfumado por segunda vez. Gota a gota, empieza a llover sobre mojado.

Los golpes bajos nunca me han sentado bien, y en esta ocasión, no va a ser menos. La tenía… Y sólo he conseguido enfrascar su aroma en una ilusión de cristal rojo. La resignación se ha sentado junto a mí, y mientras tanto, el deseo me confiesa que no cese en mi propósito de seguir buscando. ¿Cuánto tiempo volveré a malgastar para que vuelva a hipnotizarme? ¡Ah no! Que aquí no hay ni hora ni tiempo...

Hipnotízame, por favor.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Opioides sintéticos. Las drogas más adictivas del mundo.

Etonitaceno

Se ha dicho que el etonitaceno es la sustancia más adictiva del planeta. Como opioide, tiene 1.500 veces la potencia de la morfina, pero es tan estimulante como el éxtasis. Básicamente, es un pelotazo molecular. Aunque el etonitaceno ha aparecido como droga de la calle en algunas ocasiones, la gran mayoría de suministros de todo el mundo son consumidos por ratones y monos en estudios de adicción. Los científicos han comprobado que los monos Rhesus se relamen con placer sus labios peludos cuando echan un poco de etonitaceno en su cuenco para el agua. Pero a los monos les gustan mogollón de mierdas y, como reza el dicho, siempre hay que hablar con el dueño del circo, no con el mono.

Thomas Highsmith trabajó en un prestigioso laboratorio en Salt Lake City diseñando láminas para esquís de alto nivel. En 2003, empezó a pasar largas noches en el laboratorio fabricando secretamente un suministro personal de etonitaceno. Poco después de sintetizarlo, se convirtió en un adicto sin remedio. Se presentaba en el trabajo con un spray de 400 gramos lleno de etonitaceno y se lo iba puliendo durante el día. Después de dos meses, su tolerancia llegó hasta el punto de estar consumiendo 300 veces su dosis inicial. Un compañero de trabajo empezó a sospechar del extraño comportamiento de Highsmith y lo denunció a la policía. Su cargamento de etonitaceno fue requisado y se le prescribió metadona para combatir el mono. En ese momento, su adicción equivalía a 500 bolsas de heroína diaria y la metadona no podía hacer nada para paliar el efecto de 5.000 kilos de etonitaceno que le martilleaban el cerebro. Highsmith nunca recibió una condena criminal porque se le encontró muerto en su casa antes de su primera comparecencia en los tribunales. El monazo era tan desgarrador que se había suicidado para escapar del dolor.


FENTANILO

El etonitaceno no es el opioide más potente conocido por el hombre. Otra clase de opioides, los fentanilos, son mucho más fuertes. Un ejemplo clásico es el carfentanilo, que es 7.000 veces más potente que la morfina. El Carfentanilo es famoso por haber sido utilizado para anestesiar a un Tyrannosaurus Rex en Jurassic Park 3, pero se usa realmente para tumbar a osos y rinocerontes. Los fentanilos han sido históricamente una opción popular para químicos traviesos porque unos pocos gramos pueden ser cortados y vendidos como si fueran miles de bosas de “heroína” con tremendos beneficios. Tanta astucia ha llevado a la muerte a cientos de yonquis que se han metido una sobredosis de fentanilo mal cortado. Así, los químicos que se dedican al fentanilo están considerados como escoria más asquerosa del submundo de la sintetización de drogas. Hacen que los “cocineros” de las anfetas parezcan monjitas de la caridad. Un yonqui amigo mío me dijo que no dudaría un segundo en llevar a un manipulador de fentanilo a la policía si se le presentara la posibilidad.

Hace dos años, un chaval canadiense escribió un post en un foro sobre drogas en Internet mendigando ayuda para soportar el mono de un opioide desconocido que él llamaba faraofentanilo, una síntesis de un nuevo fentanilo derivado del que decía que era 4.000 veces más potente que la morfina: el opioide más fuerte que jamás había probado un ser humano. En general se descojonaron de él, pero después de preguntar un poco por ahí, llegué a la conclusión de que la historia era probablemente cierta. Aunque su intención original había sido pasar la droga en papel secante, se tiró los siguientes seis meses con una borrachera non stop de faraofentanilo. Su dosis subió a 675 papelinas y al final estaba metiéndose cantidades que equivaldrían a 3.300 bolsas de heroína diarias. Sólo su aliento era bastante fuerte como para noquear a alguien. Destruyó todas sus existencias y lo dejó por las bravas. Así es como describía el mono: “¡No puedo sentir mi CARA! Es como tocar una pared de ladrillo. Es como si me hubiese bañado en MENTOL, me siento como de hielo por dentro… y cambiará dentro de unos pocos segundos con un flash caliente y MENOPÁUS-SICO LOCO como una ola de lava con mucho sudor debajo de mi piel… ¡ESTOY TAAAN DÉBIL Y TAAAN CANSADO Y TAAAN AGOTADO QUE SÓLO QUIERO QUE SE ME PASE AHORA MISMO!”. […]

[…]Pero ¿sabéis una cosa? El faraofentanilo no es el opioide más potente que se ha descubierto. El analgésico más fuerte de este mundo sólo tiene un nombre químico abreviado, 4-F Ohmefentanilo, y tiene 18.000 veces más potencia que la morfina. Después de eso, hay muy poco espacio para la mejora. Es la bomba de hidrógeno de los analgésicos y, por lo que sé, ningún ser humano lo ha probado nunca. Una maleta llena de esta cosa podría curar todo el dolor de la Tierra, lo cual es, en principio, un pensamiento agradable. [...]

Hamilton Morris, Revista Vice