lunes, 28 de septiembre de 2009

Viento y nubosidad, con claro riesgo de precipitación.

A kilómetros de distancia, pero al mismo tiempo, a sólo dos ligeros pasos. No sé dónde estoy. Seguiré el olor a lluvia para encontrar su estela. Correré y esta vez sí puedo.

¿Qué hora es? Parece que en este mundo no hay hora. Cada vez más cerca. La niebla se empieza a impregnar en las 3,9 paredes. Ahora sí debería poder contemplar el diálogo entre el lirismo y la delicadeza. Y lo hago, y no me conformo con ello, necesito más. Y justo en el preciso instante en el que el sentido del tacto me daba las gracias, una descarga electrizante me ha dejado sin visión. He tocado una nube y no era eso lo que esperaba. Ya no está, se ha esfumado por segunda vez. Gota a gota, empieza a llover sobre mojado.

Los golpes bajos nunca me han sentado bien, y en esta ocasión, no va a ser menos. La tenía… Y sólo he conseguido enfrascar su aroma en una ilusión de cristal rojo. La resignación se ha sentado junto a mí, y mientras tanto, el deseo me confiesa que no cese en mi propósito de seguir buscando. ¿Cuánto tiempo volveré a malgastar para que vuelva a hipnotizarme? ¡Ah no! Que aquí no hay ni hora ni tiempo...

Hipnotízame, por favor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario