domingo, 12 de julio de 2009

Con el jodido pie izquierdo



Ayer sábado fue uno de esos días extraños que se me plantan inesperadamente delante de mi jeto de vez en cuando. Acabé el día hecho polvo y podría haber finalizado hipotéticamente peor de como acabé... A una hora extemporánea, nada más levantarme, ya tuve una sensación que me indicaba que el día iba a ser ciertamente jodido. El cielo cargado no hizo más que enfatizar esa inquietante sensación. Me dispuse a ir al gimnasio y no con la mayor de las ganas, pero justo en el momento en el que cruzaba el umbral de la puerta, sonó el teléfono. Me llamaron porque al parecer teníamos un torneo de fútbol y me preguntaron por qué coño aún no había hecho acto de presencia. Putadón, se me había ido completamente de mi, momentánea, desamueblada cabeza (nótese la aliteración con el fonema "M" como presagio del día de M-ierda que tendría). Cambio precipitado de planes, ni gimnasio, ni cualquier sinónimo de esparcimiento programado a partir de las 18h.

Con las putas prisas llegué bastante justo para poder jugar el primer partido. Con mi llegada, también acudió la primera mala noticia, no teníamos portero... Segunda mala noticia, el lugar era cubierto, con lo cual, jugar ahí dentro era como jugar en una jodida sauna, hacia un calor de muerte, asfixiante, haciendo que el desgaste fuera aún mayor. Partido tras partido, nos acabamos asentando en la final. Poco después, aparecieron la tercera, cuarta y quita mala noticia, para ese partido estábamos bajo mínimos, un jugador se descartó por lo que nos quedamos sin recambios y para entonces el equipo ya estaba desfondado, teníamos problemas musculares, y a mí, la rodilla izquierda a ratos me puteaba. En pleno partido, la mala suerte también jugó contra nosotros. El balón no entraba, innumerables veces la puta pelota se estrellaba contra el palo, así no se podía ganar, joder. Definitivamente acabamos segundos, pero también obtuvimos el primer puesto en la competición de la exasperación.

Al llegar a casa, la sexta mala noticia. Estaba más agotado de lo que suponía. Una vez pude por fin relajarme, noté que apenas podía moverme, estaba molido. Finalmente la séptima mala noticia acabó por clavarme un gancho de izquierda que me dejó K.O. El resultado de ese golpe me produjo un traumatismo en el ánimo de las celebraciones nocturnas y espontáneas. Poco a poco, mi predisposición a enjuagar con festejos el mal sabor de boca de la derrota, iba en disminución en beneficio del método erradicador temporal de todo daño físico y mental, dormir.

Al parecer, como dicen, ese día curiosamente me desperté con el pie izquierdo, ¿será porque soy zurdo?.

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